En un mensaje por el Día Mundial de la Pesca, el prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral denuncia las condiciones laborales que padecen los empleados de esta industria.
“En este Día Mundial de la Pesca, nuestra indignación por las numerosas violaciones de los Derechos Humanos en el mar, debería transformarse en una nueva fuerza que influyera en la industria pesquera para poner en el centro de sus intereses, el respeto de los derechos humanos y laborales de los pescadores”, escribe el cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en su mensaje para el Día Mundial de la Pesca, por celebrarse este domingo 21 de noviembre.
El purpurado vaticano recuerda que el Día Mundial de la Pesca fue celebrado por primera vez en 1998 por las comunidades de pescadores, a fin de destacar la forma de vida del sector pesquero, que emplea al mayor número de trabajadores y genera uno de los productos alimentarios más comercializados en todo el mundo: el pescado. Por ello, señala, cuando se habla de la pesca, los pescadores y de la industria pesquera, es como «si nos aventuráramos en un mar tan amplio y profundo como el que navegan barcos pesqueros tratando de llenar sus redes de peces para satisfacer el insaciable apetito de nuestro mundo».
En este sentido, el cardenal Turkson sostiene: “Nos gustaría centrar nuestra atención en el sector de la pesca industrial/comercial, que está enredado desde hace demasiado tiempo en una red de problemas y desafíos relacionados con las violaciones de los derechos humanos en el mar, cuyas consecuencias – advierte – se vieron exacerbadas por la pandemia del Covid-19 y han hecho más problemática la vida de los pescadores y sus familias”.
Asimismo, a pesar de los continuos esfuerzos realizados por las organizaciones internacionales para aplicar los distintos Convenios y Acuerdos relativos a las condiciones de trabajo, la seguridad en el mar y la pesca INDNR, señala el purpurado, «tenemos que admitir que los pescadores se convierten en rehenes de circunstancias que son extremadamente difíciles de controlar debido a que la tripulación está incapacitada para venir a tierra con regularidad».
El cardenal Turkson también afirma que, los pescadores mientras están en la zona de pesca sufren amenazas e intimidaciones por parte del patrón y los oficiales, y se ven obligados a trabajar en interminables turnos de día y de noche, con cualquier tipo de clima. Debido a la sobrefatiga, son frecuentes los accidentes laborales.
Con más de 24.000 muertes en un año, podemos definir la industria pesquera, una industria mortal. En muchos de los casos, señala el prefecto, a las familias se les ofrece poca o ninguna indemnización y a los familiares de los fallecidos a menudo no se les da ni siquiera el consuelo de una tumba donde rezar y depositar una flor, porque los cuerpos son rápidamente enterrados en medio del mar.
Una de las preocupaciones principales que señala el cardenal Turkson en el sector pesquero es lo que respecta a la seguridad dentro y fuera de las embarcaciones pesqueras. Las condiciones a bordo son inhumanas, ya que las cocinas y las despensas están sucias, los depósitos de agua están oxidados, el agua potable es restringida, la comida es de mala calidad e inadecuada. Los camarotes para la tripulación son pequeños, sin ventilación y sin espacio suficiente para moverse.
Debido a la falta de recursos pesqueros en las aguas internacionales y a la expansión de los nacionales, los buques pesqueros de la ZEE tienden a embolsarse en aguas nacionales. Y esto produce enfrentamientos armados con los militares que patrullan las fronteras nacionales y, si se les atrapa, el barco es arrestado, se confiscan la pesca, la tripulación es encerrada en la cárcel y abandonada en un país extranjero por el propietario que se niega a pagar para su repatriación y los salarios atrasados.
«Por ello, como Iglesia Católica, aunque reconocemos algunas mejoras en las condiciones humanas y laborales de los pescadores, reconocemos, sin embargo, que todavía hay demasiadas violaciones de los derechos humanos en el mar y, una vez más, hacemos un llamamiento a las organizaciones internacionales, a los gobiernos, a las sociedades civiles, a los diferentes actores de la cadena de suministro y a las ONG para que unan sus fuerzas para detenerlo», plantea, y agrega: «Los problemas que afectan a la industria pesquera están interconectados. Si no llamamos la atención sobre estos continuos abusos y violaciones en el mar y trabajamos juntos para crear una industria pesquera en la que se garanticen y promuevan los derechos humanos y laborales de los pescadores».
“Queremos hacer un llamamiento a los capellanes y voluntarios de Stella Maris, para que continúen con su misión compasiva de acoger a los pescadores y ver en sus rostros el rostro de Jesucristo sufriente y proporcionarles apoyo espiritual y material”, concluyó.