En tanto, el Secretario de Pesca de la Provincia de Chubut, Gabriel Aguilar, analizó este freno a la pesca de merluza como una problemática que la cobran las plantas de procesamiento y, por ende, los mismos trabajadores que dependen de ella para hacer una diferencia fuera de la temporada de langostino.
Admitió que “todavía no tenemos un acuerdo firmado entre propietarias y armadoras con el SOMU y por ende todavía no podemos poner pescado en las plantas para que el STIA tenga continuidad laboral”, explicó al aire de Radio 3.
Agregó que “tenemos 11 embarcaciones que querían salir a capturar merluza pero siempre tenemos una capacidad superior de captura a la que se puede procesar”.
Estos desacuerdos no hacen más que dejar en evidencia las posibilidades que otorga el langostino. Su alto valor en el mercado claramente resiste los tironeos en las discusiones paritarias.
Al respecto, Aguilar también señaló que “hay que distribuir el costo de lo que representa la merluza a nivel internacional y que cada gremio pueda participar un poco sin pasarse del valor que marca el mercado”.
Si bien la política pesquera en Chubut merece su cuota de análisis en detalle, vale también estudiar el margen de rentabilidad de una especie como la merluza dentro de un mercado donde las leyes son desparejas. Bajo un trabajo registrado y en blanco es muy difícil competir en un mismo mercado interno contra un trabajo informal, como ocurre en Mar del Plata.
La ubicación estratégica que tiene el puerto bonaerense, además, respecto a Brasil, principal objetivo de exportación, marcan una diferencia desigual que termina sin lugar a dudas repercutiendo en las discusiones pesqueras chubutenses.

fuente el chubut